En neurología, como en otras áreas de la medicina, cuando nos enfrentamos a un problema concreto la etiología subyacente suele obedecer a siete categorías principales: aquellas de índole inflamatoria, infecciosa, neoplásica, metabólica, degenerativa, vascular o disrrítmica. La patocronia podrá adoptar un curso evolutivo más o menos rápido y las pruebas complementarias serán o no capaces de caracterizar el proceso nosológico responsable otorgándole unos apellidos, pero los tratamientos disponibles en la actualidad consisten en terapias de carácter generalizado, formadas por grupos de fármacos destinados a resolver la causa subyacente, o terapias destinadas a controlar los síntomas. En este marco se dispone de agentes antibióticos, quimioterápicos, fibrinolíticos, procedimientos quirúrgicos y endovasculares para el primer caso y de inmunosupresores, neuroprotectores, analgésicos y anticomiciales para el manejo sintomático.
En el futuro, la farmacogenómica y la farmacogenética probablemente serán cada vez más capaces de ofrecer la posibilidad de prescribir terapias a la carta, tanto para el proceso en concreto, como para el individuo que lo padece. En algunas enfermedades inflamatorias y neoplásicas la llegada de los anticuerpos monoclonales, más selectivos que los inmunosupresores y quimioterápicos clásicos, está consiguiendo ganar en eficacia y disminuir los efectos colaterales. Dada la validez atemporal de la máxima que reza que “no hay enfermedades sino enfermos”, la creación de terapias que se adapten como una horma al enfermo y a su enfermedad, redundará en una optimización del control y la resolución del proceso.